Mercedes Álvarez se dio a conocer con un deslumbrante primer largometraje, el documental El cielo gira (2004), quizá una de las películas españolas más relevantes en la década que abrió el milenio: la crónica de la desaparición de una comunidad -el pueblo soriano de Aldeaseñor- contada, con gran hondura poética y absoluto control del lenguaje cinematográfico, por quien fuera la última persona nacida en el lugar. Junto a los últimos trabajos de Joaquín Jordà y obras como En construcción (2001), de José Luis Guerín, y La leyenda del tiempo (2006), de Isaki Lacuesta, El cielo giracontribuía a abrir un nuevo capítulo en la historia del cine documental español, que quizá haya encontrado su contrarréplica en una propuesta tan estimulante como Los materiales (2010), del colectivo Los Hijos, recién aparecida en el mercado del DVD.
MERCADO DE FUTUROS
Dirección: Mercedes Álvarez. Documental. España, 2011. Duración:110 minutos.
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La directora levanta acta de una debacle espiritual forjada antes de la crisis
En Mercado de futuros, la directora vuelve a colocar el tiempo y la memoria en el centro de su discurso. La película se abre recordando la figura de Simónides de Ceos, creador de la mnemotecnia (que Álvarez prefiere llamar el arte de la memoria), y, a través de dos líneas narrativas -por un lado, el desmantelamiento de una casa y la deriva de algunos de sus objetos hasta que quedan anclados en el limbo de los Encantes de Barcelona; por otro, el tapiz de ficciones y espejismos de una feria inmobiliaria-, se pregunta -pero, sobre todo, logra que el espectador se formule las preguntas adecuadas- sobre el lugar de esa memoria en un presente continuo con inquietantes trazos de no-lugar del alma. Conviene advertirlo: en una de las escasas locuciones -más filosóficas y poéticas que narrativas o testimoniales- que puntúan el metraje, Mercedes Álvarez menciona la crisis, pero Mercado de futuros no es una película sobre la crisis, sino algo más profundo: la directora levanta acta de una debacle espiritual que se forjó mucho antes... hasta llevarnos al momento en que nuestra parálisis ante la palpable catástrofe puso en evidencia "que las palabras ya no significaban lo mismo y el espacio había cambiado".
En uno de los momentos de la película, un gurú financiero recuerda esa frase de Rothschild, según la cual las mejores oportunidades para el emprendedor vienen mientras caen las bombas, no mientras suenan los violines en los salones de baile. Incluso él se equivoca: ese tipo de triunfo es otro espejismo. El modo en que Mercedes Álvarez lo demuestra revela el genio de la directora, como lo hace el aparente remanso narrativo que sirve de clímax final conceptualmente electrizante. Mercado de futuroscaptura algo muy complejo con gran sabiduría cinematográfica, sin subestimar al espectador, engarzando momentos portentosos hasta llegar a su elocuente imagen final: muñecas Barbie y muñecas Bratz unidas en el olvido.