10/11/2011

Crítica de Mercado de Futuros en EL MUNDO


La imagen no deseada que refleja el espejo de la pantalla

Fotograma del documental 'Mercado de futuros' de la directora Mercedes Álvarez. | SEFF
Fotograma del documental 'Mercado de futuros' de la directora Mercedes Álvarez. | SEFF
  • Mercedes Álvarez concursa en la sección oficial con 'Mercado de futuros'
  • "No es una película sobre la crisis económica", asegura la cineasta
  • La cinta muestra escenas reales en ferias inmobiliarias y de liderazgo
La sociedad en la que vivimos está construida de una determinada manera porque todos hemos aportado nuestro grano de arena. Y si la lógica de los mercados dicta las normas de transformación de los espacios urbanos es debido a que todos caimos en la trampa. Mercedes Álvarez, directora de la aclamada 'El cielo gira' (2004) parte de esta premisa para competir en la sección oficial del Festival de Cine Europeo de Sevilla con su nueva producción 'Mercado de futuros'.
La cinta, única producción documental que compite por el Giraldillo de oro, levanta sobre cuatro pivotes -arquitectura, memoria, espacio y lenguaje- un espejo en el que reconocemos algunos aspectos de las ciudades modernas y resalta la transformación del espacio urbano a raiz del boom inmobiliario vivido en muchos países occidentales y en España en particular. "No he querido hacer una película oportunista y no es una película sobre la crisis", ha asegurado su responsable a su paso por el festival sevillano. Pero pone ante los ojos del espectador cosas que a veces no queremos ver.
Álvarez coloca la cámara en lugares que pertenecen a un ámbito íntimo, aunque no privado, de difícil acceso para un cineasta sobre todo teniendo en cuenta que ello se filma con la intención de mostrarlo a un público de masas. Ocurre en el caso de la feria inmobiliaria donde asistimos, casi en primera persona, a las explicaciones que los comerciales de empresas del sector ofrecen a público o inversores. Ningún diálogo estaba escrito y no hay actores profesionales, de ahí la versimilitud de lo que vemos.
Ferias de liderazgo donde los grandes gurús del sector desvelan las claves del éxito a ejecutivos de importantes firmas; oficinas de corredores de bolsa con su frenética e ininteligible actividad; un mercadillo tradicional a la sombra de un edificio emblemático -la torre Agbar- de Barcelona. Todo en 'Mercado de futuros' se muestra con una simpleza abrumadora, sin intervención alguna en situaciones que conforman un espejo del lugar en el que vivimos. Y la imagen que devuelve la pantalla no es, ni mucho mejos, un mundo ideal.
"Con frecuencia, los medios de comunicación ofrecen una visión del mercado inmobiliario y todo lo que se mueve a su alrededor en la que existe una víctima y unos culpables", ha explicado la directora. "Yo he pretendido superar esa forma de ver las cosas porque considero que, en mayor o menor medida, todos somos responsables de lo que ha ocurrido".
En mitad de la desazón que provoca corroborar la tesis de la cineasta -"es incómodo filmar aquello que no quieres", ha llegado a asegurar-, la esperanza viene de la mano de personajes como el señor Jesús, de quien no conocemos su nombre hasta los créditos. El tipo, un anciano y bienhumorado comerciante del rastro de los Encants de Barcelona, acaba redimiendo al género humano de alguna manera cuando ofrece al espectador su sencilla filosofía de vida desde su puesto de baratijas y objetos rechazados en un mal ejercicio de memoria. "Para qué voy a vender cosas, ¿para quedarme sin nada?".